La economía real no crece, crecen las deudas, crece la inestabilidad social, crecen los problemas políticos, crece la delincuencia, la emigración ilegal, la amenaza del rompimiento de la estructura social y la abolición de los sustentos del tejido político que mantiene funcionando precariamente a los países del África subsahariana, de Asia y de América Latina… y ahora de Grecia, España, Portugal y lo que se acumule en la semana.
En México, como un subefecto perverso de las repercusiones de la crisis mundial, se dio una corrida contra el peso, que llevó el tipo de cambio a un poco más de 14 pesos por dólar, que afortunadamente no obligó al Banco de México a quemar divisas de la reserva, pero sí disminuye la expectativas de recuperación de las aristas más picudas de la crisis proveniente de 2009, que fue cuando más nos pegó la crisis financiera mundial.
En el escenario de desigualdad que vivimos en México, al que me referí en mi artículo de la semana pasada, esta realidad mundial afecta al estado de Zacatecas, que depende mucho de las remesas de los emigrantes, que no han podido ser sustituidas por otro género de ingresos, exportaciones por ejemplo (las exportaciones de nuestra riqueza minera no sabemos a cuánto ascienden ni nos dejan ningún beneficio), por lo que es urgente replantear el modelo regional de política de desarrollo. Se requieren con premura imaginación y civilidad política.
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