viernes, 7 de octubre de 2011

Un recuento de los daños

Cuando las crisis financieras, que se convierten en crisis económicas, se mundializan, las líneas de política económica se complican y se enredan en la maraña de intereses nacionales y regionales, que impiden la aplicación adecuada de instrumentos correctivos. De la contaminación mundial de una crisis que se originó en el sector financiero de los Estados Unidos, da cuenta la reunión que tuvieron ayer los primeros ministros de Grecia y de Alemania, que decidieron conjuntamente que Alemania le pierda el cariño a un número considerable de euros para evitar la quiebra-país de Grecia, que arrastraría tras de sí al resto de Europa, en una versión muy perversa del efecto dominó.
En tanto los miembros de la Unidad Europea se ponen las pilas y adoptan políticas conjuntas de defensa de su moneda común y de sus niveles de crecimiento, en los Estados Unidos, el fundamentalismo derechista y conservador le pone obstáculos al plan de empleo emergente del presidente Obama, en un momento difícil en el que el desempleo llega a una cifra porcentual de dos dígitos. Una economía que se sostiene sobre el andamiaje del consumo agregado y el crédito no puede darse el lujo de mantener una cifra de desempleados superior al promedio histórico.
En el momento en que los Estados Unidos disminuyan su consumo los demás países tendrán problemas mayores con sus exportaciones, que se profundizarán en la medida en que entre ellos mismos vean disminuidas sus exportaciones-importaciones por los efectos contaminantes de la caída de sus economías. Los alemanes lo entendieron y decidieron acudir en el auxilio de Grecia, que se convirtió en el eslabón débil de la cadena de la que forman parte Italia, España y Portugal, debiluchos también y además acosados por la crisis política que se deriva de la caída del empleo, el ingreso y el bienestar de su población joven.

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